El Gobierno israelí cuenta con todo un Ministerio dedicado desmontar a los promotores del movimiento BDS, que promueve el boicot, la desinversión y las sanciones.
El festival Eurovisión, que se celebrará en Tel Aviv en mayo, se convierte en nueva plataforma de difusión para los activistas.
La campaña de boicot a Israel empieza a tener consecuencias en el país
Visto desde el extranjero, el movimiento BDS continúa cosechando éxitos, aunque relativamente pequeños y simbólicos, pero éxitos cuando menos. Desde el punto de vista de Israel, el problema es más complicado. Si bien es cierto que ha “enloquecido al país”, no parece tener efectos serios sobre la economía israelí, que va viento en popa, especialmente en el ámbito de las nuevas tecnologías. Sin embargo, parece que sus consecuencias se están dejando sentir de una manera más clandestina e insidiosa.
Contrariamente a las afirmaciones del Gobierno y de la mayoría de los propios israelíes, el impacto el movimiento BDS no es benigno: es uno de los principales factores del deterioro de la situación democrática y del debate intelectual en el país porque, por primera vez quizás desde las guerras de los Seis Días y del Kippur, Israel se siente vulnerable. No se trata de una vulnerabilidad existencial que amenace la propia supervivencia del Estado fundado en 1947, sino de una fragilidad frente a un movimiento que expone las derivas nacionalistas y religiosas de la misma manera que el movimiento antiapartheid denunció el racismo y la violencia del Gobierno blanco en Sudáfrica, a pesar de que fue considerado por muchos hasta su caída (empezando por los Gobiernos occidental e... israelí) como perfectamente recomendable.